Teatro de La Ranchería
Breve reseña histórica
Por Roberto Famá
Hernández
Dicen que fue un actor español, Francisco Velarde, el primer empresario teatral en esta orilla del
Rio de La Plata; fue él quien le propuso al virrey Juan José de Vértiz y
Salcedo
la
construcción de un teatro.
Velarde se presentó ante el virrey y le dijo que se
comprometía a edificar “a todo costo” un coliseo, al estilo de las mejores casas de comedia de
España y le ofreció que el gobierno nombrase a un ingeniero de su confianza
para que confeccione los planos y supervise la obra. Entretanto se edifique el
teatro, pidió que el ingeniero interviniente le indique un galpón provisorio,
con capacidad suficiente y todas las comodidades necesarias, para lo cual se le
habría de permitir disponer de un terreno cualquiera junto al mercado de
frutos, en la zona de la Ranchería; paraje conocido como tal, que estaba en lo
que hoy es Chacabuco, Alsina, Perú y
Moreno, zona ocupada por las viviendas precarias (Ranchos) de indios de las misiones. Pero los porteños
de aquella época no tenían mayor preferencia por el arte teatral y se veían desalentados
por las prédicas constantes de los frailes y beatas que consideraban inmorales a
los escenarios teatrales, mientras el entretenimiento preferido pasaba por las
corridas de toros que se realizaban periódicamente en la plaza de Retiro.
Tanta fue la presión de la Iglesia y de la aristocracia
que finalmente el virrey Juan José de Vértiz y Salcedo pese a su deseo nunca autorizó
la construcción del gran coliseo, al
estilo de las mejores casas de comedia de España que soñaba Velarde, pero sí le
concedió el galpón en la Ranchería que fue inaugurado el 30 de noviembre de
1783. Era una zona de la Ciudad donde no
había alumbrado público, por lo que Vértiz ordenó la colocación de farolas, para que los porteños no tuvieran excusas adicionales
para no asistir al teatro.
El “Teatro de La Ranchería” era un galpón de madera, con
techo de paja, con entradas amplias y un corredor junto a ellas La capacidad
era reducida; el patio o platea, tenía en su parte delantera varias filas de
bancos de pino, muy toscos, con respaldo las dos primeras filas, las demás sin
respaldo; los dos reales que se pagaban en “la reja” o sea la boletería daba
derecho a un lugar con respaldar, siempre y cuando no se trate de gente de color
o mestizos porque a estos les estaba prohibido ocupar bancos. Ya un poco antes de
la mitad del patio, detrás del último banco, estaba una especie de corral al
que llamaban “el palenque del degolladero” a donde iban a parar los que
alcanzaban a pagar sólo un real por su entrada; mayormente negros, mulatos y soldadesca
que podían agolparse y gritar a sus anchas desde allí. Había corredores a los
costados y un palco grande reservado para el Gobierno. A los costados, en
lunetas, había otros palcos y espacios para espectadores de pie y una grada
reservada para mujeres.
El escenario era bajo y en la parte superior del
escenario se hallaba la frase: “Es la
comedia, espejo de la vida” Las bambalinas eran fijas, los decorados eran
escasos y al igual que los bastidores, eran hechos sin mucho arte; se dice que
para noche o día, salón o cárcel, se usaban más o menos los mismos decorados,
al punto que un actor que oficiaba como relator, salía primero a escena y
decía: “Estamos en la prisión” “Estamos en palacio” “Es de noche” Las truenos
se hacían arrastrando sobre las tablas una bolsa llena de piedras. Todo era
precario en escena con un exagerado convencionalismo.
La iluminación era con velas de sebo colocadas al borde
de la escena, un brazo a cada costado con varias luces, y del techo del escenario
colgaban diversos candelabros y dos arañas con diez velas cada una. El cebo
derretido al menor viento caía sobre una especie de plato redondo de latón que
se colocaba debajo de cada grupo de velas.
Lavardén |
Cuentan diversos cronistas que en el teatro "La
Ranchería" debutó en 1788 María Mercedes González y Benavídez viuda y
madre de tres hijos, quien debió recurrir a la justicia para poder ganarse el
pan sobre las tablas; pensemos que en esa época eran muy mal vistos los actores
y más aún si ese arte era ejercido por mujeres. Por eso, el padre de la actriz
pidió a las autoridades, a través de un abogado que no se le permitiera actuar.
Se aceptó el pedido del padre pero después de seis meses y una serie de
apelaciones de una y otra parte, se le permitió actuar. Allí también se estrenó
un domingo de carnaval de 1789 la loa “La Inclusa” y el drama principal en
cinco actos “Siripo” del poeta y periodista Manuel José de Lavardén, cuyo texto
está perdido aunque es considerado una de las piezas primeras de nuestra
dramaturgia. Otra pieza considerada
fundacional y que se estrenó en La Ranchería, es: “El Amor de la Estanciera”,
sainete de autor anónimo y de ambientación campesina.
“La Ranchería” tuvo sus años de apogeo, sin embargo,
hacia fines 1791, el público comenzó a dejar
de asistir, sus obras perdían prestigio y comenzó a ser alquilarlo para bailes
populares, donde se practicaban danzas de mala reputación para los mismos sectores
religiosos y conservadores que siempre se opusieron a su existencia; para ellos
“la Ranchería” era un antro pecaminoso y execrable y si siempre lo había sido
en esos tiempos era peor.
Sabido es que ciertos fanáticos católicos creen que un
fuego purificador purga pecados y quizás sea por eso que, un cohete volador
disparado desde los fondos de la Iglesia de San Juan de Capuchinos, le dio una
luminosa muerte al teatro de “La Ranchería” que se incendió en honor de “San
Roque” el 16 de agosto de 1792 día del patrono de los pobres, los enfermos
y…los perros.
Para homenajear permanentemente al Teatro de La
Ranchería, cada 30 de noviembre, día de su inauguración, se celebra en
Argentina el “Día del Teatro Nacional”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario