“Las últimas lunas”
De Furio Bordón – Dirección Susana Hornos
Por
Roberto Famá Hernández
Miembro
de la Asoc. Arg. de Invest. y Crítica Teatral
Es media
mañana cuando Susana Hornos me abre la puerta de su casa. Dentro me espera
Federico Luppi; a sus 80 años está impecable, tan pintón y elegante como siempre,
nada de vestir de entrecasa, un apretón de manos y nos acomodamos en el que es
el lugar de trabajo de Susana: una nutrida biblioteca, algunos retratos de
familia, seguramente en su lejana España, otra foto de Federico junto a su
amigo Leonardo Fabio, el escritorio donde escribió “Granos de uva en el paladar”
y otras obras de su autoría, un par de sillones donde nos acomodamos y una
pequeña mesa de estilo que se desocupa para recibir el termo para el mate y las
facturas.
La
idea es comentar con Federico algunos pasajes de “Las últimas lunas” la obra más representada, en varios idiomas y
en más de 20 países, del notable dramaturgo turinense Furio Bordón y que ahora
se presenta, con dirección de Susana, en la sala Solidaridad del Centro
Cultural de la Cooperación, los viernes a las 20 hs.
Allí
Federico Luppi, da vida a un anciano
profesor que, mientras espera a su único hijo (actuado por Ramiro Vayo) que
vendrá a buscarlo para llevarlo a un asilo de ancianos, se despide de Bach,
conversa amorosamente con el recuerdo de su mujer fallecida siendo aún joven (Interpretada
por Susana Hornos) y en un laberíntico soliloquio reflexiona sobre la vejez, la
niñez, los sueños, la muerte, el sexo,
el amor… Con la llegada del hijo, que apura de alguna manera la partida
y el adiós, aparece nítidamente el drama de la incomunicación que no pueden
romper y ninguno entiende la verdadera razón de la partida, pero la reconocen
inevitable.
Cuando
Federico toma para sí el termo y ceba el primer mate, hago la primera pregunta:
Hace
ya 2 o 3 años, usted me dijo que tenía muchos deseos de hacer esta obra de
Furio Bordón ¿Cómo se siente ahora, haciéndola?
Mirá, arrancamos muy bien, es una buena obra, me gusta
mucho, no obstante, no tenía yo, lo que llamaría una fe muy robusta, porque la
obra tiene cierta dureza afectiva y emocional, aunque con mucho humor, y el
público la acepta, la goza, la pasa bien y el tema, curiosamente, tratándose de
la vejez, no trabaja con golpes bajos y más bien recorre algún par de senderos
bastante adultos.
Su
personaje, desde el texto y desde su actuación, se aleja del estereotipo del
anciano; es un hombre que habla de sexo, que vive los afanes humanos, y si bien
se mete con temas profundos y filosos, va a fondo, pero no intelectualiza, filosofa,
pero no enmaraña el texto y eso el público lo recibe muy bien.
Sí, eso es verdad. Vos sabes que en la lectura que hice
al principio, uno de los temores era justamente ese, que la obra se pusiera a
divagar por medio de esquinas filosóficas, racionalistas, intelectuales y me parece
que el autor, le ha dado a ese hombre, a ese carácter, a esa edad, una cosa que en general ocurre con frecuencia que los hombres grandes tengan,
que es cierta visión, no digo burlona, sino irónica, de las cosas tremendas de
la vida. En algún momento el personaje de alguna manera lo dice; que si lo
miramos con cierta adultez no es tan terrible, porque al principio del comienzo
de la vejez nada parece tan grave, es como una especie de adulta aceptación
previa del paso del tiempo.
¿Y
que lo decidió, lo impulsó más a hacerla ahora?
Decidí hacerla, por un motivo absolutamente existencial:
yo tengo una edad en la que no hay muchos actores en la Argentina, ahora, hay
buenos, pero no demasiados y los muy buenos están muy ocupados, y yo me digo:
la tengo que hacer por dos motivos, uno por una cuestión puramente cultural; la
gente tiene que sentarse a ver ese posible paso complicado y difícil que es la
vejez, y no digo la de los 40 años, la vejez real. Y además, acostumbrarse a
salir de un teatro, que hace mucho tiempo está teniendo características
festivas. Y arrancó bien, la gente lo comenta, buenas críticas…
Es
una obra que no alcanza con hacerla bien, es una obra que necesita gran dosis de
verdad, para llegar así al público. Yo puedo ver algo que los artistas nunca
pueden ver y que es el hall, las caras y los comentarios del público a la
salida; una señora le decía a su marido: - esta obra la tenemos que ver de
nuevo, pero bien de cerquita, porque no nos podemos perder nada.
Sí, te insisto, es que la obra se mete en cierta hondura
más o menos compleja, pero no golpea abajo. Y desde un lado puramente personal,
te digo que frente al momento que estamos viviendo, alivia un poco hacerla.
Pareciera
ser que en estos tiempos, en la vejez, mata más la tristeza que el colesterol,
¿no?
Sí, absolutamente. Sin dudas que la calidad de vida es el
afecto, todo lo demás son cuentos.
No
obstante, ante los momentos finales de la vida, el hombre está absolutamente
solo; no hay modo de estar acompañado, ¿no?
Es cierto, es así. Yo vengo de una familia muy numerosa y
entonces en el pasado, hay muchas pérdidas y durante mucho tiempo, sobre todo,
como decía Sartre: en la maldita edad de
la razón, entre los treinta y tanto y los cincuenta, es donde uno empieza a
tomar conciencia de la finitud de las cosas, durante mucho tiempo viví con
cierta pesadumbre respecto de la existencia, de la vida. A la durabilidad, al
vivir mucho, inconscientemente uno le da un carácter valioso a durar en el
tiempo y a veces eso no tiene importancia. He sido siempre bastante timorato
respecto a la presencia de la muerte como concepto, pero después se me pasó. Lo
que intento decir con esto es que en general ante una cosa tan arcaica y
confesa como es la finitud, no tenemos solución, ni en la literatura, ni en la
filosofía, ni las experiencias del hinduismo u otras, te permiten aceptar eso
no como una fatalidad, sino como un punto de llegada pero hay que aceptarlo. A
mí me costó durante mucho tiempo eso, yo he tenido bastantes encontronazos
conceptuales con respecto al fin de la vida.
Su
personaje dialoga con su esposa que ya ha pasado por ese trance que es la
muerte y no la interroga abiertamente sobre eso, no se plantea la curiosidad
sobre ese misterio. ¿Cómo lo analiza usted?
Este personaje, por su cultura acepta la vida con todo e
inclusive dice; si lo único cierto de todo esto es morirse, entonces eso es
serio, lo demás… Los griegos eran bastante desprendidos del cuerpo, el
destierro, la cicuta, el suicidio, la pérdida de las posibilidades defensivas,
lo tenían todo bastante más elaborado, y no sé porque Sócrates y los grandes
filósofos, lo tomaban como una especie no digo de final feliz, pero lo
aceptaban. Las veces que he intentado leer con cierta profundidad sobre el tema
de la vejez, me he informado pero no he sido feliz. En estos últimos meses se
han ido muchos actores queridos, compañeros valiosos y ha habido semanas
enteras en que he estado permanentemente pensando en ellos y uno piensa en
ellos también con el típico egoísmo de esa pregunta medio odiosa, que es: ¿Y
cuándo me tocará a mí? Y yo creo que ese tipo de cosas, de pinchazos en el afecto,
me parece que justifica que uno se meta con este tipo de obras.
Pareciera
ser que en la ignorancia de las cosas, la vida es más fácil.
El intelecto sirve para todo, menos para ser feliz. Había
una especie de inteligente curioso que quiso saber que era un diamante y lo molió
con un martillo; era carbono, esa pieza que tanto valor se le daba en el mundo
de los hombres, en el fondo de las cosas era sólo eso, sin ironía alguna, era un
poco de carbono. En general las cosas por la que nosotros nos peleamos hasta
con nosotros mismos todos los días, me parece que es porque manejamos
tontamente la omnipotencia de suponer, que todo lo que decimos o creemos es
necesariamente cierto y no es así.
Me
despido de Federico Luppi y de Susana Hornos, pensando que entrevistar a un gran artista popular, querido por la gente, respetado por su pares, elogiado por la
crítica del país y del extranjero, es un placer enorme que da esta profesión,
pero ser recibido en su casa, compartir un mate y una charla sobre el teatro y
algunas cosas de la vida que se van soltando, es un privilegio que agradezco
profundamente. Usted también tiene una cita ineludible con ellos y con el buen
teatro; es en la sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación,
Corrientes 1543, los viernes a las 20 hs. Después no diga que no le avisé.
Ficha técnica artística
Autoría: Furio Bordon
Actúan: Susana Hornos, Federico Luppi, Ramiro Vayo
Escenografía: Eliana Sánchez
Diseño de luces: Pedro Zambrelli
Fotografía: Gianni Mestichelli
Diseño gráfico: Yael Silva
Asistente de producción: Lucía Tomas
Asistencia de dirección: Lucía Tomas
Prensa: OCTAVIA Gestión Cultural y Comunicación
Producción general: Susana Hornos, Pablo Silva
Dirección: Susana Hornos
CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIÓN
Corrientes 1543 (CABA) Argentina
Teléfonos: 5077-8000 int 8313
Entrada: $ 200,00 - Viernes - 20:00 hs -
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