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20/9/15

En nota exclusiva con la actriz española Valle Hidalgo hablamos sobre teatro, feminismo y psicología


Valle Hidalgo
La creadora de “Dulcinea toma la palabra”
en nota exclusiva



Por Roberto Famá Hernández
Miembro de la Asoc. Arg. de Crítica e Invest. Teatral


Valle Hidalgo es Licenciada en Piscología y Arte Dramático. Máster en Guión Cinematográfico y con estudios superiores de Gestión Cultural y Perspectiva de Género. Autora, actriz y productora. Jurado en certámenes y festivales de teatro y audiovisual. Ha impartido talleres, cursos y ponencias sobre temas relacionados con el Teatro, el Cine y la Piscología. Como dramaturga, ha profundizado en el mundo de la infancia, con títulos como "Por arte de Birlibirloque" "Mis juguetes en el desván" El disfraz" o "El sapo Travieso" Otro de sus grandes temas es la mujer, muy presente en algunas de sus obras como "La eterna enamorada" basada en la vida de la autora y actriz renacentista italiana Isabella Andreini, "La perfecta maltratada" sobre la violencia de género, o la que está representando en estos momentos "Dulcinea toma la palabra", que ha cosechado aplausos en diferentes escenarios de España, América Latina y recientemente en Broadway. En "Dulcinea toma la palabra"  la mundialmente famosa dama de Don Quijote de la Mancha, se niega a seguir existiendo solamente en la imaginación de su enamorado y reivindica su deseo de ser una mujer pensante y no solo pensada. Sobre estos y otros temas hablamos largamente con Valle Hidalgo y esto nos dijo:

Sophia Loren en “El Hombre de la Mancha”  asumió maravillosamente el rol de Aldonza-Dulcinea, pero siempre sujeta a la relación con el Quijote ¿Por qué es que siendo la protagonista femenina de la mayor creación literaria de todos los tiempos, no ha tenido – al menos que yo sepa- vuelo propio como personaje?

Es difícil concebir a Dulcinea, sin estar ligada a la relación con El Quijote, puesto que originariamente, es fruto de su imaginación. Cervantes la creó como un personaje sobre el que se habla, tanto en su versión de Aldonza como de Dulcinea, pero que nunca habla ni actúa de forma directa, en la novela. Sin embargo, es un personaje que ha adquirido tal fuera en el imaginario colectivo universal, que han sido muchas las interpretaciones que se han hecho de ella, dándole forma, a través de las distintas expresiones artísticas. Pero es cierto, que en la mayoría de los casos, sigue siendo un personaje supeditado a los deseos del Quijote. Sin demasiada voluntad, que sólo se supera a sí misma, a través del amor que el hombre siente hacia ella, como ocurre en El Hombre de la Mancha.

En “Dulcinea toma la palabra” esto cambia de alguna manera, ¿no?

Mi Dulcinea, reprocha en cierto momento a su creador, dice: “¿Fue casualidad, que el varón protagonista de tu historia, tuviera la capacidad de reinventarse a sí mismo, autonombrarse caballero andante y probar hazañas, con mayor o menor fortuna… mientras que a mí, protagonista femenina, se me niega absolutamente cualquier capacidad…? Creo que estas características tan diferentes en los roles de género, que definen hombres activos y mujeres pasivas, son un reflejo de lo que ha pervivido en la sociedad durante mucho tiempo. Pero que ya, de hecho, ha cambiado. Y mi Dulcinea concluye: “Pues bien, en el día de hoy, yo me la otorgo. Y a mi misma me nombro, dueña de mi voluntad”.

¿Y qué te llevo a vos a dar otra visión de este personaje?

Me pareció, que en pleno siglo XXI, era importante dar otra visión de este personaje, tan arraigado en nuestra memoria colectiva. Y que fuera ella misma, quien promoviera su propio cambio y evolución dramática, según su voluntad y más allá de lo que el personaje masculino pueda querer de ella. Y así escribí “Dulcinea toma la palabra”. Al ser un espectáculo unipersonal, es una sola actriz quien está en escena, encarnando ambas caras de la misma mujer. Por lo tanto, el protagonismo de este ambivalente personaje femenino, es absoluto. Y en esta ocasión es ella, quien habla y opina sobre la visión del autor y sobre algunos de los personajes que aparecen en la inmortal obra.

Que yo recuerde al menos, sólo hay en el Quijote una descripción de Aldonza Lorenzo que hace  Sancho y él la ve muy masculina, de mucho carácter, de voz muy potente, fuerte para el trabajo del campo y demás; ¿Cómo es tu Aldonza Lorenzo y qué tienen en común Aldonza y Dulcinea en tu obra?

Tanto mi Aldonza como mi Dulcinea, nacen de las descripciones que hacen de ella Sancho y Quijote respectivamente. Y al ser tan dispares estas dos visiones de la misma mujer, nos encontramos al principio de la obra, con una persona atormentada, que no sabe muy bien quién es. Una Dulcinea que intenta responder al rol que se espera de ella, pero que algo en su interior se rebela, puesto que realmente no es aquello, que los demás dicen que es.
Ante esta disyuntiva, decide cuestionar todo su ser y buscar la forma de integrar en su existencia, los elementos que la definen. Desoyendo los juicios de valor, sobre lo que debe y no debe ser una mujer. Y encontrando un nuevo centro de gravedad, alrededor del cual, gira una personalidad compleja y poliédrica, más cercana a la realidad de la psicología humana.
Por tanto, al principio de la obra, Aldonza y Dulcinea, parece que no tienen nada en común, son completamente antagónicas. Una campechana y vulgar y otra remilgada y discreta. Pero cada una de ellas, va aprendiendo de la otra, asimilando el punto de vista sobre la vida, que encierra  la otra cara de sí misma, enriqueciéndose en este proceso y ganando en autoestima.

Por ejemplo, sobre la descripción que Sancho hace de Aldonza, opina Dulcinea: “Orgullosa has de estar, de haber aprendido a lanzar la voz bien lejos y a usar los aparejos del campo, habiendo nacido campesina (…) ¿por qué burlarse de los atributos que en un varón quedan bien, si los luce una mujer?”
De esta forma, el personaje va abandonando poco a poco el ser dual y abrazando una nueva forma de ser, según sus deseos: “…integrada, completa, a veces feliz y otras malhumorada, alegre, cansada, rabiosa, celosa, triste, despreocupada, independiente, ¡poderosa!”  Es decir, sin censurar ninguno de sus sentimientos ni de sus posibilidades, en función de lo que le venga o no le venga bien a los demás, definir qué es lo correcto en ella.

Está clara tu posición como luchadora por los derechos de la mujer pero no he leído ninguna declaración tuya donde te asumas feminista, ¿Cuál es tu posición frente al feminismo?

Soy mujer. Soy femenina. Me parece fundamental que las mujeres reflexionemos sobre nuestra situación, nos apoyemos, busquemos solucionar nuestros problemas comunes y mejorar nuestra vida pública y privada. Evidentemente, comparto objetivos feministas.
A través de las corrientes, de ideología feminista, se han conseguido importantes logros de cara a paliar desigualdades existentes entre hombres y mujeres, en cuanto a sus derechos en la sociedad.Por desgracia, en nuestro mundo, existen discriminaciones tremendas entre los seres humanos, pero no solo por haber nacido hombres o mujeres, sino por muchas cosas más: ser de un país u otro, tener más o menos recursos económicos, el acceso a la educación, etc. Y cualquier movimiento que promueva la dignidad humana y la justicia social, cuenta con mi admiración y en la medida de mis posibilidades, con mi apoyo.
Pero también tengo ciertos reparos, en definirme como feminista, ya que en la actualidad, en la cultura en la que vivo, no estoy totalmente de acuerdo con algunas de las prácticas que se desarrollan en nombre del feminismo. Por ejemplo, hace poco leía que la Concejalía de Igualdad de cierto Ayuntamiento, había reunido al Consejo de la Mujer para luchar por los derechos de las mujeres víctimas de la violencia machista. Y en la foto, veo que todas son mujeres. A mí esto me asusta un poco.

¿Por qué?

Por un lado, imagino que se reúnen varias decenas de hombres para luchar, por ejemplo, por los derechos de los hombres víctimas de la manipulación hembrista, y de entrada, como mujer, me siento excluida, juzgada, estigmatizada. Y te aseguro, que nada bien predispuesta hacia esos “expertos” y el colectivo al que aseguran representar. Además, creo que definir a una persona como “víctima de violencia de género”, puede ser contraproducente, porque es poner una etiqueta, de la cual parece difícil salir. Y si a través de pertenecer a este grupo se consiguen derechos, tal vez ni siquiera se busque la salida, sino la pertenencia a un colectivo que te otorga ventajas, caiga quien caiga.
Creo que se le da demasiado peso a las estadísticas del tipo: han muerto tantas mujeres… tantas de ellas habían denunciado, tantas no. Por supuesto que es importante disponer de estos datos. Pero lamentablemente, desde hace tantos años que los llevo escuchando, no veo que se consiga mejorar nada con estos recuentos. Y si las conclusiones son que hay que denunciar, porque de todas las que murieron había un porcentaje muy pequeño de ellas que habían denunciado, me parece una conclusión demasiado simplista. Tal vez no denunciaban porque no eran conscientes de estar siendo maltratadas. O tal vez no lo hacían, por temor o por tantas otras causas, en las que no se detienen las estadísticas.


¿Respecto al aborto?

Es otra cuestión con la que no estoy muy de acuerdo con la forma en que suelen tratarla los colectivos feministas. Personalmente, me parece bien que, quien lo necesite, pueda abortar en unas condiciones higiénicas que protejan su vida, igual que quien necesite cualquier otro tipo de intervención. Pero no me gusta nada la equiparación que se hace del aborto con la libertad. El aborto es traumático física y psicológicamente, para la mujer. Por lo que creo que sería mucho mejor, evitar llegar a esa situación y no equipararla a algo tan deseable como es la libertad.
La realidad es que, en el mundo entero, sigue habiendo infinidad de prácticas discriminatorias y violentas hacia la mujer, tanto a nivel institucional, religioso, cultural, laboral, como personal, familiar, relacional. Y hay que seguir trabajando para erradicarlas, desde múltiples ámbitos. Bajo mi punto de vista, como psicóloga, lo deseable sería aprender a detectar las situaciones, los gestos, las palabras, con los que se está ejerciendo o recibiendo un maltrato. Aprender a expresar el malestar que producen estas acciones, para dar opción a poderlas evitar. Y en esta línea es en la que centro mi trabajo, con exponentes por ejemplo, como la obra de teatro “La perfecta maltratada”, el infantil  “El sapo Travieso”, donde es el sapo quien no quiere ser besado por la princesa porque no quiere que le manipule y le cambie. O la propia “Dulcinea toma la palabra”.

Creo que mujeres y hombres, padres e hijos, practicantes de las distintas religiones, etc., ganaríamos mucho si aprendiéramos a convivir mejor, a entendernos y aceptarnos con nuestras diferencias. No pretender ser iguales, porque no lo somos. Ningún ser humano, por suerte, es igual a otro. Hombres y mujeres somos muy distintos físicamente, químicamente, emocionalmente, culturalmente. Lo cual me parece enriquecedor, siempre que no se pretenda catalogar como superior o inferior a cualquiera de ambos géneros. No me gustan las luchas de poder, prefiero ver la vida en otros términos.
Me considero una mujer comprometida con las problemáticas inherentes a la Mujer y en búsqueda constante de formas para mejorar la situación de este extenso colectivo. Creo firmemente que mujeres y hombres debemos ver como un problema común, el malestar en las relaciones que mantenemos en el hogar, en el trabajo, nuestros embarazos no deseados, los homicidios dentro del núcleo familiar, casi siempre del hombre hacia la mujer y que suelen concluir con el suicidio del propio homicida, etc. Son cuestiones que nos afectan a ambos géneros y considero un error tratarlos como problemas de uno solo. Y que solo uno de ellos, intente buscar soluciones.

Decías que “lo deseable sería (que el espectador/a pudiera) aprender a detectar las situaciones, los gestos, las palabras, con los que se está ejerciendo o recibiendo un maltrato”. Desde la forma en que se estructura un espectáculo teatral, ¿qué ayuda más a ese propósito, la metáfora y el distanciamiento o la representación cruda, realista de aquello que se critica?

Bueno, yo me refería a las personas en cualquier situación, no solo a los espectadores. Pero también es cierto que, cuando observamos la reacción emocional de un actor y somos capaces de empatizar con estas emociones, gracias a nuestras neuronas espejo, modificamos nuestras experiencia. Por lo que es perfectamente aplicable al caso de ser espectador/a.
Como psicóloga pienso que, lo único que cada individuo puede cambiar de forma efectiva, es a sí mismo. Que cambiando el modo de comportarte ante determinadas situaciones y las formas de reaccionar ante los comportamientos del “otro”, podemos evolucionar hacia pautas de relación más felices. Y que en la medida en que las personas a nivel individual sean más conscientes de las situaciones, los gestos, las palabras, con los que se está ejerciendo o recibiendo un maltrato y trabajen en la eliminación de estos comportamientos violentos, caminaremos hacia una sociedad donde el modelo de relación sea el respeto mutuo y el buen trato.
Por supuesto, también es importante que se atiendan las denuncias por maltrato, para frenar los abusos. Pero no podemos basar la lucha contra la violencia nada más que en el temor y el castigo, puesto que de esta manera, se puede caer en la desorientación y en el oportunismo. Conozco chicos jóvenes, que tienen miedo de relacionarse con chicas, porque no saben en qué momento les pueden denunciar, ya que han tenido modelos de violencia doméstica parental, que reproducen inconscientemente. Y también he escuchado casos de mujeres, que denuncian falsamente a sus parejas, para obtener beneficios. 

Centrándonos en la pregunta sobre la estructura del espectáculo teatral, personalmente, prefiero alejarme de la representación cruda y realista. Resulta habitual, cuando alguien tiene un problema, que sea otra persona, con un punto de vista externo, quien pueda ver de forma más clara la situación y aporte posibles soluciones. Por eso, cuando no sabemos cómo seguir hacia adelante en la vida, confiamos en un psicólogo, en un amigo… ¿y por qué no? ¡en una obra de teatro! Tal vez, por este mismo principio de buscar puntos de vista desde fuera del problema, que nos ayuden a ver la salida con más claridad, busco cierto distanciamiento en la narración escénica.
Por ejemplo, cuando escribí “La perfecta maltratada”, elegí la comedia, la ironía, llevar las situaciones al extremo. La directora del montaje escénico, Mercedes Gaspar, abundó en las metáforas, proponiendo una interpretación ingenua, casi infantil.Y el director artístico, Gonzalo Mateos, creó una atmósfera colorista, llena de corazones rojos, símbolo del amor, como vehículo necesario para que se produzca el maltrato.

Si bien todas las acciones humanas implican una responsabilidad social ¿La responsabilidad social en el arte es realmente tenida en cuenta por la mayoría de sus realizadores?

Desgraciadamente, los artistas, no siempre están en disposición de poder ser consecuentes con su responsabilidad social, que la tienen en gran medida, puesto que construyen modelos de comportamiento a imitar. Y esto, por la presión económica a la que usualmente se ven sometidos. Lo que hace que muchas veces, se acabe aplicando el talento y la técnica artística, a productos de entretenimiento comerciales que les permiten subsistir, por encima de la propia ideología.

En el arte escénico, al representar “herida ajenas”, ¿desde qué lugar habla mejor el arte? Desde la víctima? Desde el victimario para exponerlo? o desde aquel que mira y señala porque se siente fuera del problema?

Yo creo, que la de víctima, es una buena posición para narrar un problema. Para que el arte escénico suscite interés, tiene que haber conflicto. En la estructura dramática clásica, siempre hay un protagonista oprimido por alguna circunstancia, que quiere cambiar su condición y para ello, lucha contra el opresor. Así avanza la acción dramática. Dependiendo de si el/la protagonista consigue o no liberarse de su situación de víctima, estaremos ante uno u otro género dramático, dando o no esperanzas al espectador, de abandonar su propia posición de víctima. Supongo que por este mecanismo, en tiempos de crisis personales y sociales, se prefiere la comedia con final feliz, por encima de otros géneros.
Por otro lado, como escritora, si un problema no me afecta, no necesito hablar de ello. Concebir una creación desde cero y llegar a materializarla, normalmente es un proceso que exige mucho trabajo y te coloca en una situación de incertidumbre, de vulnerabilidad emocional. Para mí, normalmente, obedece a una necesidad interna, de entender los propios sentimientos y situaciones que voy experimentando en la vida. Y mi recompensa está en lograr que otra persona consiga conectar desde su “herida”, con la que me impulsó a desencadenar ese proceso de comunicación. Incluso si recibo un encargo para escribir un texto, dirigir un proyecto o interpretar un personaje, necesito ponerme en la situación de quien sufre la “herida”, conectando con mi propia “herida”.

Tengo entendido que hace un par de años estuviste actuando en Mar del Plata, ¿Estuviste también en Buenos Aires Capital? ¿Recibiste propuestas para venir a presentarte aquí?

En diciembre de 2012 estuve en el Festival Internacional de Teatro “Cumbre de las Américas” de Mar del Plata, representando “La perfecta maltratada”. Y aproveché la ocasión, para conocer Buenos Aires. La verdad es que me encantó y me entraron muchas ganas de quedarme. En aquel momento, me pareció una ciudad ilusionada, además que tradicionalmente, siempre ha dado mucha  importancia, a las dos disciplinas que me apasionan: la psicología y el teatro.
A través de AECID, me pusieron en contacto con Irene Castillo, del Grupo de Estudios Sociales, me llevó a una reunión, con un departamento del Ministerio de Justicia, que trabaja en la lucha contra la violencia de género institucional. Me dieron una estupenda acogida y me proponían quedarme para desarrollar proyectos, en la línea del trabajo que vengo realizando. Además me hizo muy feliz, que me dijeran, que habían utilizado para su trabajo con Asociaciones de Mujeres, el cortometraje que dirigí en 2004 “El último veraneo”, basado en un relato de Carmen Laforet. Pero en aquella ocasión no pude quedarme, por diversos motivos personales y familiares.
Este año, también recibí la propuesta de llevar “Dulcinea toma la palabra” al Festival de Teatro Clásico Adaptado de BBAA. Además de seguir teniendo las puertas abiertas en el “Cumbre de las Américas” de Mar del Plata. Espero poder volver pronto y sin prisas, para tener tiempo de disfrutar de las inmensas posibilidades que ofrece esta importante ciudad y conocer algunos lugares más, de Argentina.

Me despido de Valle Hidalgo agradeciéndole todo el tiempo dedicado a esta nota y espero verla pronto en algún escenario porteño. 





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